Los microplásticos, partículas de plástico de menos de 5 milímetros, han saturado los océanos del planeta. Su origen va desde la degradación de plásticos más grandes hasta el desprendimiento de fibras sintéticas en el lavado de ropa. Hoy en día, estos contaminantes han sido detectados en más de 1,300 especies marinas y su impacto en la cadena alimenticia preocupa a la comunidad científica.
Viviane Solís, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, lo explica con claridad:
“Nuestra historia de amor con el plástico ha sido problemática. Sus múltiples cualidades lo han convertido en un material indispensable, pero su mala gestión nos ha llevado a este punto crítico. Ahora, no solo encontramos microplásticos en las playas o en organismos marinos, sino incluso en el cuerpo humano. Se estima que una persona puede ingerir el equivalente a 84 tarjetas de crédito en plástico a lo largo de su vida”.

Una contaminación invisible pero omnipresente
Se calcula que más de 350 millones de toneladas de plástico se producen cada año, y gran parte de estos desechos terminan fragmentándose en los océanos. Como explica Solís en su entrevista con Celsius Talks, los microplásticos se dividen en dos categorías principales:
“Los primarios son aquellos diseñados desde un inicio para ser pequeños, como las microperlas en productos de higiene personal. Los secundarios, en cambio, provienen de la degradación de plásticos más grandes, como botellas o bolsas expuestas a la intemperie”.
Esto significa que incluso los residuos plásticos aparentemente recogidos en las playas o en los sistemas de reciclaje podrían estar contribuyendo a la proliferación de microplásticos de manera invisible.
Solís destaca un dato:
“Hemos encontrado hasta 126,000 microplásticos en solo 27 estaciones de monitoreo en la costa de Quintana Roo. Y lo más preocupante es que la cantidad no varía significativamente entre playas turísticas y zonas remotas. Esto significa que la contaminación no se debe solo a la actividad humana directa, sino también a las corrientes marinas que distribuyen estos residuos a lo largo de todo el océano”.
Efectos en la vida marina y en la salud humana
El impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos es cada vez más evidente. Organismos filtradores como los moluscos y los camarones los ingieren sin distinguirlos de su alimento natural. Solís y su equipo realizaron experimentos para entender mejor este fenómeno:
“Cuando pusimos estrellas de mar y moluscos en acuarios con microplásticos, observamos que los ingerían sin problema. A corto plazo, los expulsaban sin aparente daño, pero la preocupación es qué sucede a largo plazo, cuando estos plásticos absorben contaminantes químicos y terminan dentro de los tejidos de los animales y, eventualmente, en la dieta humana”.
De hecho, estudios recientes han encontrado microplásticos en el cerebro de seres humanos, lo que genera incertidumbre sobre sus efectos en la salud a largo plazo.
“Ni siquiera sabemos aún qué consecuencias tendrá esto en nuestro cuerpo”, advierte Solís. “Lo que es seguro es que estamos acumulando más y más plástico en nuestro organismo sin darnos cuenta”.